viernes, 17 de enero de 2014

Cristales de terciopelo

Los árboles dedican todos sus pensamientos a su persona, incluso los ancestrales ojos del firmamento, serenos y regios en el manto nocturno, danzan atentos entorno a los delicados movimientos que ejecuta. Cada suspiro atrae una mirada y cada mirada origina que el viento detenga su labor en símbolo de deferencia. Claramente ella no es consciente de que el paisaje se arrodilla ante su presencia, al igual que uno mismo no suele percatarse del momento en el que parpadea. Es algo ligado a su naturaleza, tan trivial que ni siquiera repara en ello. Incluso en el caso de que así no fuese, todo le resultaría ajeno e indiferente, pues se halla demasiado ensimismada con sus pensamientos. Quién sabe si se está preguntando qué sonido harán los violines al masticar el desayuno o si simplemente está preocupada por temas de índole social. Quién sabe si las comisuras de sus labios se alzan para componer una sonrisa o si tan solo se trata de un gesto para ocultar las penas.

-Lágrimas de músico sobre negro lienzo- Dice mientras eleva la vista hacia el cielo. Siempre ha sentido atracción por la pintura y la música, de hecho, la evoco comentándome en una ocasión que su sueño era dibujar la sinfonía del último viento de otoño.

-Sin embargo, parece que la luna está feliz- Respondo, y ella centra su atención en el suelo bañado de verde oscuro, haciendo caso omiso de la expresión que sugiere aquel satélite natural.

Guardo silencio y me concentro en proseguir el recorrido que había trazado en mi mente días atrás. El camino era sencillo: únicamente debíamos rodear el bosque hasta encontrar el acantilado que, incluso durante el día, se alzaba entre la bruma. Tardamos escasos minutos desde que lo avistamos hasta que nos situamos en él, justo al borde que separa la tierra del abismo.

-¿Ves esa flor?- Pregunto señalando una hermosa planta que se agita solitaria en dicho límite.

-La veo. Es preciosa.

-Así es. Y supongo que concordarás conmigo en que sería un error atroz arrancarla de ese lugar. Privarla del viento, de un lienzo de nubes, de la atenta mirada de curiosas aves; todo para que resplandezca brevemente en el bonito jarrón de una estancia cualquiera. Tú eres esa flor- Comencé- Es por ello que jamás me perdonaría despojarte de tu belleza, aun si con ello te salvase de tu propia tragedia, para que duermas en un silencioso dolor camuflado, decorado con cristales de terciopelo.

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