viernes, 14 de febrero de 2014

Una mirada sin refugio

Se liberan dulcemente del amago nocturno, del polvo de la eternidad, dejando como único indicio de presencia un verso lejano. Acto seguido se reúnen entre el gentío sin rostro, justo donde convergen las calles del olvido y se entregan al resplandor que ofrece una mirada concreta, una mirada sin refugio y con destellos de silencio en el nombre. Alguien la busca, la observa desde la distancia, desde el puente y desde la proa del barco sin rumbo, y se desvanece en el instante en el que se cruzan sus pensamientos. Cae entonces una palabra del verso al charco profundo, por cuya superficie danza una figura etérea, tal vez aquella que habita en la sombra del día; el fantasma del resplandor sin refugio.

Quién sabe dónde se reúnen las palabras perdidas o a dónde van aquellos que no grabaron su nombre en la memoria ajena. Quién sabe por qué, de vez en cuando, la ausencia de dos estrellas persiste en el firmamento.


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