martes, 7 de enero de 2014

Viaje

Las ventanas llevan todo el trayecto alardeando de capturar miradas mientras yo me deleito en mi poblada soledad. Hay múltiples rostros decorando la escena; para mí ninguno tiene nombre y su cometido es únicamente hacer la vida menos artificial. Todo se envuelve en conversaciones conexas a una existencia normal: "que si hoy no trabajo, que qué vamos a comer hoy, oh ¿se ha muerto tu perro?  Los niños no deben de estar bien". Pero yo sé que son palabras vanas, creadas para amueblar el entorno, y que en cuestión de minutos esas bocas se desvanecerán. Sólo estamos yo, mis manos, mis pies y las olas de incesante vaivén.

Vuelvo a mirar la ventana, como si nunca me hubiese ausentado de su conversación. Esta vez guarda silencio, parece inerte, por lo que puedo contemplar lo que hay tras el cuerpo que afirmaba ser atrayente. Veo el cielo, el mar y la tierra que se aleja conforme yo avanzo hacia otro lugar. Ahora es ella quien dice "yo soy vida y tú mi complemento artificial".

No hay comentarios:

Publicar un comentario